lunes, 7 de abril de 2014

Resumen de las noticias de los periodicos

Un bebé en la tapia de fusilamientos

Tuvo dos madres, tres nombres y un hijo, José Luis Menoyo, al que nunca reveló su verdadera historia: que el 22 de septiembre de 1937, cuando tenía poco más de un año, dos monjas la habían recogido en la tapia del cementerio de Torrero (Zaragoza) después de que fusilaran a la anarquista (Selina Casas) que le había puesto su primer nombre (Lidia); que en el hospicio la bautizaron como Natividad y que sus padres adoptivos —un médico que había sido movilizado por el bando franquista, y su mujer, ama de casa— la llamaron, finalmente, Aurora. “Me enteré de la historia de mi familia por un libro, porque mi madre nunca me contó nada”, explica Menoyo, de 55 años. “Sentí una tristeza inmensa. Es una historia trágica.

“A los cadáveres se les echaba cal viva y se les juntaba como si fueran arenques”

Los tres últimos testigos del juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra el juez Baltasar Garzón reclamaron este martes que la justicia actúe contra los crímenes del franquismo, después de que representantes de la Memoria Histórica hayan relatado estos días algunos de los más dramáticos episodios que tuvieron que vivir a raíz de las sacas y traslados de sus progenitores, a los que nunca volvieron a ver. “La consigna era que de los rojos no quedase ni rastro y había que hacerlos desaparecer. Era la muerte física además de la desaparición jurídica”. Así lo ha explicado el último testigo en comparecer, Antonio Ontañón Toca, presidente de la asociación Héroes de la República, de Cantabria.

"Los niños jugaban a los fusilamientos"

¿Quién es ese hombre maduro que aparece en las fotos de juventud de Lorca, Dalí y Buñuel? Si esa es la pregunta la respuesta es: José Moreno Villa, un malagueño de 1887 muerto en el exilio de México en 1955. No mucho menor que Juan Ramón Jiménez (le llevaba seis años) ni mayor que Pedro Salinas (al que llevaba cuatro), la manía clasificatoria ha dejado a Moreno Villa fuera de foco. El mismo Rafael Alberti reconoció en La arboleda perdida que cuando se decidió a escribir sus recuerdos, el único referente que tenía para retratar la edad de plata de la cultura española era Vida en claro, la autobiografía que Moreno Villa publicó en 1944, uno de los grandes libros de memorias de la literatura hispánica. La obra es el primer testimonio del mundo roto con el golpe franquista, también el primero que narra la vida en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Allí llegó el escritor y dibujante en 1917 para ejercer como tutor de la casa, y de allí fue evacuado, 20 años después, junto a los intelectuales -Machado entre ellos- que siguieron al Gobierno republicano a Valencia.
Franco, el «amigo» de los judíos
Franco fue muy bueno con los judíos». Esta declaración sorprendería a cualquiera, sobre todo si proviene de un judío. La periodista Yolanda Villaluenga se lo escuchó a un amigo sefardí de París, a cuyo tío le había salvado el Gobierno del dictador. Villaluenga dirige el programa de documentales «Archivos», de Televisión Española, y quedó prendada de una historia difícil de explicar: la España de Franco durante la Segunda Guerra Mundial era la de la lucha contra «el contubernio judeo masónico comunista», pero también el país al que Golda Meir y el presidente del Congreso Mundial Judío, Israel Singer, agradecieron su ayuda durante el Holocausto.
«Franco no fue filosemita ni antisemita», explica Villaluenga en Nueva York, a donde ha venido para presentar su documental «¿Documentos robados? Franco y el Holocausto» en el Festival de Cine Sefardí. «Lo que aplicó fue una política dubitativa y utilitaria de la causa judía».
Durante la guerra, y una vez acabado el conflicto, el discurso del régimen sobre los judíos se adaptó a las circunstancias, cambió de registro en función del interlocutor y fue tan inconsistente que permitió que se salvaran vidas, o lo contrario. Entre 1939 y 1941, 30.000 judíos cruzaron los Pirineos huyendo de Alemania. Se les permitió ir a España por ser un país afín. Con el avance de la guerra, Alemania endureció su postura respecto a los judíos hasta diseñar el Holocausto y no permitir su salida.
El peso de Paracuellos de Jarama
Pese a que Carrillo negó siempre su responsabilidad en la matanza de los miles de presos, las evidencias históricas señalan desde los años sesenta al dirigente comunista.
Carrillo no fue responsabilizado de la matanza de Paracuellos hasta 1960
En 1930, con tan solo 15 años, ya colaboraba como periodista en el diario «El socialista»

No hay comentarios:

Publicar un comentario