jueves, 24 de abril de 2014

LAS VÍCTIMAS DE BANGLADESH...

El pais
Hace un siglo, en marzo de 1911, un incendio que mató a 146 costureras en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York -la tierra prometida para aquellas inmigrantes llegadas de Italia y Europa del Este-- cambió para siempre la industrial textil estadounidense: propició leyes de seguridad laboral y estimuló la creación de sindicatos que protegieran a los obreros. Los optimistas confían en que el desastre del Rana Plaza –ocurrido al otro lado del mundo, en Bangladesh, 102 años después pero con algunas similitudes escalofriantes-- genere una transformación similar en una industria globalizada, complejísima, que solo en ese país supone un negocio de 16.000 millones de euros al año y emplea a cuatro millones de personas. Inmediatamente después de la mayor catástrofe industrial de Asia -con 1.134 muertos y 2.500 heridos-- proliferaron iniciativas que un año después se han traducido en algunas mejoras que, si se cumple plenamente lo firmado sobre el papel, podrían sentar las bases de un cambio más profundo.

El salario mínimo, que atrajo a Bangladesh a las grandes marcas en los últimos años porque era el más bajo del mundo, sigue siéndolo aunque tras meses de duras negociaciones fue incrementado en un 77% (hasta los 5.300 taka, 49 euros mensuales). Menos de lo que los sindicatos reclamaban. Los trabajadores de textiles de Camboya, los segundos peor pagados del planeta, han protagonizado en los últimos meses furibundas protestas exigiendo mejoras. Pero las grandes marcas no descansan, siempre están a la búsqueda de países más estables y con mejores precios que les permitan satisfacer la demandas de novedades constantes a precios baratos que exige su clientela. H&M ha anunciado que empezará a surtirse en África subsahariana, en fábricas de Etiopía y Kenia, y otras firmas, explican fuentes del sector, trabajan en India con empleados somalíes. La manufactura textil tiene la virtud de que es muy fácilmente trasladable, basta llevar máquinas de coser hasta donde esté la mano de obra. Birmania, con su transición democrática, es el último Eldorado para el sector.
El mundo
Una mujer espera en la puerta del Centro para la Rehabilitación de los Paralizados de Savar, cerca de Dacca, Bangladesh. Acude casi todos los días desde hace varios meses. Allí ayudaron a su hija a que volviera a caminar sin la pierna que perdió cuando el 24 de abril del año pasado se derrumbó el edificio Rana Plaza, la fábrica donde cosía ropa para marcas occidentales. Aquel desastre acabó con la vida de 1.130 personas y destrozó la de quienes no la perdieron.

"Mi hija no ha vuelto a trabajar, no puede", dice la mujer. Por eso pide una compensación económica. No lo sabe, pero no la encontrará en ese hospital local. A él acudieron muchos de los supervivientes del accidente que sacudió la conciencia del mundo por las condiciones en las que trabajaban sus 5.000 empleados, en su mayoría mujeres. Heridos a los que se les tuvo que amputar algún miembro, heridos con alguna extremidad paralizada, heridos que llevan meses conmocionados.

A ese hospital llegó también Aruti Bala, de 18 años. "No pude escapar, estaba todo oscuro y quedé atrapada bajo un cuerpo muerto que no me dejaba moverme", recuerda sentada en su cama. Estuvo así tres días hasta que fue rescatada. Los doctores trataron de salvarle la pierna, pero al final la cortaron y ahora lleva una prótesis. A veces se pinta las uñas del pie derecho que no es de carne y hueso.

"Ya no siento dolor, pero no puedo llevar una vida normal. No puedo correr y me canso al final del día. Nunca seré como antes", lamenta esta joven que hasta aquel día era costurera por 5.100 takas (48 euros) al mes y 0,20 euros por hora extra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario