domingo, 6 de abril de 2014

La vision de la represion

El fenómeno represivo fue tan duro que inevitablemente surgieron una serie de mitos para que el terror pudiera ser normalizado tanto por parte de los perpetradores como por las víctimas. Estos
mitos arraigaron de tal manera que todavía hoy están vigentes en la sociedad española.  En realidad es la primera vez que muchas personas han hecho públicos sus recuerdos y sentimientos sobre lo acaecido en su entorno familiar
¿Habrá mayor caos y miedo que el producido por el avance de las columnas sublevadas o el padecido por las ciudades y pueblos que sufrieron la guerra? Pero sobre todo, al criminalizar a la República, se oculta que la violencia habida en esos años no es nada comparada con la violencia y el terror que se extendieron por todo el país desde abril de 1939 hasta finales de la década siguiente. Años de terror, de muerte y de hambre, como el invierno de 1940, todo el año 1941, el peor, y buena parte de 1942, período que marcó para siempre a quienes lo padecieron.
Otro mito básico es el que se centra en la terrible desgracia de las guerras civiles, lo peor que hay: la guerra entre hermanos. Cumple la función de olvidar la raíz del problema.
 Las guerras civiles se producen, como vemos sin cesar a nuestro alrededor, porque hay quien las provoca y saca beneficio de ellas. España no fue una excepción. Y en relación con esto, nada más falso que ese otro mito de que en la guerra civil todos fueron perdedores: hay ejemplos sobrados que nos muestran que hubo vencedores y vencidos, e incluso que quizás haya sido uno de los conflictos en los que los vencedores hayan querido dejar más claro y para siempre quiénes eran unos y quiénes eran otros.

Mitos:
1.-Los republicanos tenían planes de exterminio o listas.
2.-La represión era Falange.
En ningún momento fueron conscientes, salvo algunos, de que eso que veían era el tercer escalón de la estructura represiva. La mayoría ignoraba quiénes eran los miembros de las gestoras municipales y sus atribuciones; incluso desconocían las relaciones que unían a algunos de estos gestores, meros delegados, con los verdaderos poderes locales, que no eran otros que los representantes de los sectores socioeconómicos afectados por las reformas republicanas, que eran los que ahora orientaban la criba represora.
Tampoco eran conscientes de la importancia de la comandancia de la Guardia Civil, a cuyo responsable desconocían por lo general, ignorando igualmente que era ahí y en contacto con las autoridades militares provinciales y de la Capitanía correspondiente donde se fraguaban las decisiones que afectaban a los vecinos desde su detención a su desaparición, y tanto en la fase inicial de los bandos de guerra como en la posterior de los consejos de guerra sumarísimos de urgencia.

.-El mito de las víctimas personales.

Este mito clave cumple varias funciones. Los afectados sabían ciertos nombres de individuos implicados en la desaparición de sus familiares, pero ante una dictadura sin fin como la franquista esa información servía para poco. Fue así cómo de manera paulatina se fue imponiendo la idea de que casi todas las víctimas lo fueron por motivos personales. Esto se produjo mediante bulos diversos: en el caso de las mujeres asesinadas siempre había algún antiguo novio despechado o que eran deslenguadas; en el de los hombres, deudas contraídas y no pagadas o conflictos de todo tipo habidos en los años republicanos, algunos por ser muy echaos p’alante, etc. Todo menos admitir que fue un conflicto de clases en el que se eliminó al adversario


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